EL DESENCADENANTE
El norte de África y Oriente Próximo se levanta al cambio, en lo que algunos califican de revolución, que día a día absorbe a nuevos países del mundo árabe. Estos acontecimientos no deben de ser del agrado de los dirigentes políticos y económicos de las grandes potencias occidentales, atemorizados por las consecuencias (principalmente económicas) que están teniendo estas revueltas. Ante un silencio inicial de muchos líderes, se ha avanzado hacia un reconocimiento de los cambios que se van produciendo en los países del sur y el este del Mediterráneo, a pesar de hasta ahora haber ocultado o ignorado la situación en estos países del globo, incluso apoyando a los regímenes autoritarios existentes.
El norte de África y Oriente Próximo se levanta al cambio, en lo que algunos califican de revolución, que día a día absorbe a nuevos países del mundo árabe. Estos acontecimientos no deben de ser del agrado de los dirigentes políticos y económicos de las grandes potencias occidentales, atemorizados por las consecuencias (principalmente económicas) que están teniendo estas revueltas. Ante un silencio inicial de muchos líderes, se ha avanzado hacia un reconocimiento de los cambios que se van produciendo en los países del sur y el este del Mediterráneo, a pesar de hasta ahora haber ocultado o ignorado la situación en estos países del globo, incluso apoyando a los regímenes autoritarios existentes.
El inicio de estas revueltas lo fecharemos el 17 de diciembre de 2010, cuando la policía tunecina confisca en Sidi Bouzid (Túnez) el puesto de frutas y verduras de Mohamed Bouazizi, joven informático de 26 años, que ante la incapacidad para encontrar un trabajo cualificado, decidió hacerse vendedor ambulante para mantenerse y mantener a los suyos. El trato que recibió de la policía al no disponer de un permiso de venta hizo que el joven presentara una queja a las autoridades locales, sin obtener respuesta, y acto seguido se roció de gasolina y se inmoló públicamente frente al ayuntamiento de la localidad.
El hasta ahora pobre desconocido Bouazizi, paso a convertirse en un héroe nacional ("Padre de la Revolución Tunecina"), ya que su gesto desencadeno una serie de revueltas inicialmente entre la población civil de Túnez, identificada con el joven, y posteriormente, en muchos países del mundo árabe. Lamentablemente las quemaduras acabaron con su vida el 4 de enero de 2011, sietes días después de que el presidente Zine El Abidine Ben Alí fuese a visitarlo a un hospital cercano a Túnez, como gesto para tratar unas ya irreversibles protestas contra su gobierno.
LA REVOLUCIÓN DE LOS JAZMINES
"Nuestro pueblo es digno de una vida política evolucionada e institucional fundada sobre un auténtico pluripartidismo político y la pluralidad de las organizaciones de masas", fueron las primeras palabras de Ben Alí en noviembre de 1987, tras haber derrocado mediante un golpe de estado palaciego con el pleno apoyo del ejército, al hasta entonces presidente Habib Burguiba, del cual había sido primer ministro.
La esperanza que suscitaba al inicio el que fuese agregado a la Embajada de Túnez en España tras el gobierno autoritario de Burguiba, fue sino un paso hacia un control mucho más férreo de la situación del país norteafricano, que de cara a occidente mostraba una imagen de país turístico y tolerante, cuando realmente tenía importantes problemas de derechos humanos, con una escasa libertad de expresión. Gano las elecciones de 1989 y 1994 con aplastantes resultados, modificando la Constitución en 2002 para aumentar sus poderes. En 2009 volvió a salir reelegido obteniendo nuevamente una mayoría aplastante, y siendo criticado por partidos islamistas y de izquierdas, ilegalizados por el propio gobierno de Ben Alí.
En diciembre de 2010, el joven Bouazizi fue el detonante de multitudinarias revueltas callejeras pidiendo la dimisión de Ben Alí, las malas condiciones de vida del pueblo tunecino eran palpables desde el primer momento, y a pesar de las tentativas y promesas del dirigente por reconducir y cambiar la situación, las protestas fueron a más. El 13 de enero informó que se retiraría en 2014, pero el incremento de las manifestaciones provocó que al día siguiente abandonara el país dejando el gobierno a cargo del ejército y refugiándose en Arabia Saudita.
El primer ministro Mohammed Ghannouchi, asumió la presidencia del país el 14 de enero, junto al presidente del Congreso Fouad Mebazaa, y el de la Cámara de Consejeros Abdalá Kallel, comprometiéndose a respetar la Constitución y declarándose el estado de excepción en el país, aunque fue cuestión de horas. El 15 de enero, Fouad Mebazaa, siguiendo el artículo 57 de la Constitución y para evitar un posible retorno de Ben Alí, asume la presidencia del país y deberá convocar elecciones en un plazo máximo de 60 días, aunque por la situación del país el propio Mebazaa comentó que serían necesarios hasta 6 meses para realizar elecciones.
La formación de un gobierno provisional donde todavía figuraban muchos de los hombres fuertes del régimen de Ben Alí, provocó nuevas protestas el 17 y 18 de enero entre defensores y opositores al mismo, que acabaron la dimisión de varios ministros, entre ellos el antiguo Primer Ministro y Presidente por unas horas Ghannouchi.
Las revueltas tunecinas, con 234 víctimas y 510 heridos según datos del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, tuvieron un efecto domino sobre otros países árabes.
LA REVOLUCIÓN DE LOS JÓVENES
La inspiración tunecina llegó el 25 de enero al país más poblado del mundo árabe, y acabaron con la dictadura el 11 de febrero de Hosni Mubarak, último "faraón" egipcio, que había amasado una fortuna dependiendo de las fuentes de 51.000 millones de dólares (70.000 millones de dólares según otras), lo que le convertiría en el hombre más rico del mundo, a sabiendas de que el 40% de los más de 83 millones de habitantes de su país vive en el umbral de la pobreza, con menos de 2 dólares al día.
Mubarak ocupó el cargo de presidente el 14 de octubre de 1981, tras el asesinato de de Anwar el-Sadat por islamistas radicales, y sustituyendo al presidente interino Sufi Abu Taleb. Aliado de Estados Unidos para buscar soluciones pacíficas al conflicto árabe-israelí, su privilegiada situación política permitió encubrir sus reelecciones como presidente del país con amplias mayorías en 1987, 1993, 1999 y 2005, a pesar de impedir a grupos opositores a presentarse a las mismas, siendo fuertemente reprimida cualquier expresión en contra de su autoritarismo. Nuevamente en 2010 arrasó en las elecciones, donde otros candidatos como los Hermanos Musulmanes, criticaron las evidentes irregularidades de las votaciones.
El domino iniciado en Túnez llegó a Egipto. El mismo guión, pero en distinto escenario. Al menos 6 personas se inmolaron en ciudades como El Cairo, Alejandría, Ismailia o Suez, y las protestas no tardaron en llegar a las calles de las principales urbes del país el 25 de enero, "Día de la Ira". Las medidas fueron drásticas tratando de disolver dichas revueltas, e impidiendo que volvieran a producirse impidiendo el acceso a las principales redes sociales y censurando los medios de comunicación, nacionales e internacionales.
Gobierno contra manifestantes, las protestas continuaron produciéndose cada día, y el 28 de enero se anunció la formación de un nuevo Gobierno, donde Mubarak seguía estando al frente, pero finalmente un goteo incesante de víctimas y heridos que iban dejando a su paso las protestas, cada vez más duramente reprimidas forzaron la marcha de Mubarak el 11 de febrero, que decidió tomarse un descanso en la turística localidad de Sharm el Sheij, en el Sinaí. Con la marcha de Mubarak, el poder paso a manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, encabezado por el ministro de Defensa Mohamed Hussein Tantawi. Al igual que en Túnez, el pueblo había ganado la batalla al gobierno.
Libia, Argelia, Bharein, Siria, Marruecos.., ningún país árabe norteafricano o de Oriente Próximo, parece escapar del levantamiento popular. Revueltas sin precedentes las que nos llevan a un nuevo mundo árabe, donde se buscan las libertades democráticas, cambios políticos, sociales y económicos, en lo que hasta ahora habían sido "regímenes autoritarios" apoyados en silencio por occidente, y que algunos se atreven a comparar con las revoluciones acontecidas en Europa del este tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
LA REVOLUCIÓN DE LOS JAZMINES
"Nuestro pueblo es digno de una vida política evolucionada e institucional fundada sobre un auténtico pluripartidismo político y la pluralidad de las organizaciones de masas", fueron las primeras palabras de Ben Alí en noviembre de 1987, tras haber derrocado mediante un golpe de estado palaciego con el pleno apoyo del ejército, al hasta entonces presidente Habib Burguiba, del cual había sido primer ministro.
La esperanza que suscitaba al inicio el que fuese agregado a la Embajada de Túnez en España tras el gobierno autoritario de Burguiba, fue sino un paso hacia un control mucho más férreo de la situación del país norteafricano, que de cara a occidente mostraba una imagen de país turístico y tolerante, cuando realmente tenía importantes problemas de derechos humanos, con una escasa libertad de expresión. Gano las elecciones de 1989 y 1994 con aplastantes resultados, modificando la Constitución en 2002 para aumentar sus poderes. En 2009 volvió a salir reelegido obteniendo nuevamente una mayoría aplastante, y siendo criticado por partidos islamistas y de izquierdas, ilegalizados por el propio gobierno de Ben Alí.
En diciembre de 2010, el joven Bouazizi fue el detonante de multitudinarias revueltas callejeras pidiendo la dimisión de Ben Alí, las malas condiciones de vida del pueblo tunecino eran palpables desde el primer momento, y a pesar de las tentativas y promesas del dirigente por reconducir y cambiar la situación, las protestas fueron a más. El 13 de enero informó que se retiraría en 2014, pero el incremento de las manifestaciones provocó que al día siguiente abandonara el país dejando el gobierno a cargo del ejército y refugiándose en Arabia Saudita.
El primer ministro Mohammed Ghannouchi, asumió la presidencia del país el 14 de enero, junto al presidente del Congreso Fouad Mebazaa, y el de la Cámara de Consejeros Abdalá Kallel, comprometiéndose a respetar la Constitución y declarándose el estado de excepción en el país, aunque fue cuestión de horas. El 15 de enero, Fouad Mebazaa, siguiendo el artículo 57 de la Constitución y para evitar un posible retorno de Ben Alí, asume la presidencia del país y deberá convocar elecciones en un plazo máximo de 60 días, aunque por la situación del país el propio Mebazaa comentó que serían necesarios hasta 6 meses para realizar elecciones.
La formación de un gobierno provisional donde todavía figuraban muchos de los hombres fuertes del régimen de Ben Alí, provocó nuevas protestas el 17 y 18 de enero entre defensores y opositores al mismo, que acabaron la dimisión de varios ministros, entre ellos el antiguo Primer Ministro y Presidente por unas horas Ghannouchi.
Las revueltas tunecinas, con 234 víctimas y 510 heridos según datos del Alto Comisionado de los Derechos Humanos de la ONU, tuvieron un efecto domino sobre otros países árabes.
LA REVOLUCIÓN DE LOS JÓVENES
La inspiración tunecina llegó el 25 de enero al país más poblado del mundo árabe, y acabaron con la dictadura el 11 de febrero de Hosni Mubarak, último "faraón" egipcio, que había amasado una fortuna dependiendo de las fuentes de 51.000 millones de dólares (70.000 millones de dólares según otras), lo que le convertiría en el hombre más rico del mundo, a sabiendas de que el 40% de los más de 83 millones de habitantes de su país vive en el umbral de la pobreza, con menos de 2 dólares al día.
Mubarak ocupó el cargo de presidente el 14 de octubre de 1981, tras el asesinato de de Anwar el-Sadat por islamistas radicales, y sustituyendo al presidente interino Sufi Abu Taleb. Aliado de Estados Unidos para buscar soluciones pacíficas al conflicto árabe-israelí, su privilegiada situación política permitió encubrir sus reelecciones como presidente del país con amplias mayorías en 1987, 1993, 1999 y 2005, a pesar de impedir a grupos opositores a presentarse a las mismas, siendo fuertemente reprimida cualquier expresión en contra de su autoritarismo. Nuevamente en 2010 arrasó en las elecciones, donde otros candidatos como los Hermanos Musulmanes, criticaron las evidentes irregularidades de las votaciones.
El domino iniciado en Túnez llegó a Egipto. El mismo guión, pero en distinto escenario. Al menos 6 personas se inmolaron en ciudades como El Cairo, Alejandría, Ismailia o Suez, y las protestas no tardaron en llegar a las calles de las principales urbes del país el 25 de enero, "Día de la Ira". Las medidas fueron drásticas tratando de disolver dichas revueltas, e impidiendo que volvieran a producirse impidiendo el acceso a las principales redes sociales y censurando los medios de comunicación, nacionales e internacionales.
Gobierno contra manifestantes, las protestas continuaron produciéndose cada día, y el 28 de enero se anunció la formación de un nuevo Gobierno, donde Mubarak seguía estando al frente, pero finalmente un goteo incesante de víctimas y heridos que iban dejando a su paso las protestas, cada vez más duramente reprimidas forzaron la marcha de Mubarak el 11 de febrero, que decidió tomarse un descanso en la turística localidad de Sharm el Sheij, en el Sinaí. Con la marcha de Mubarak, el poder paso a manos del Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas, encabezado por el ministro de Defensa Mohamed Hussein Tantawi. Al igual que en Túnez, el pueblo había ganado la batalla al gobierno.
Libia, Argelia, Bharein, Siria, Marruecos.., ningún país árabe norteafricano o de Oriente Próximo, parece escapar del levantamiento popular. Revueltas sin precedentes las que nos llevan a un nuevo mundo árabe, donde se buscan las libertades democráticas, cambios políticos, sociales y económicos, en lo que hasta ahora habían sido "regímenes autoritarios" apoyados en silencio por occidente, y que algunos se atreven a comparar con las revoluciones acontecidas en Europa del este tras la caída del Muro de Berlín en 1989.
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